Ayer fue un día especial

Ayer fue un día especial

Ayer fue un día especial.

Un día de reconciliación, de valentía, de locura y de paz. Ayer hice algo que nunca en la vida creí que podría hacer, no por el hecho de estar desnuda en medio de una calle en la capital de Chile a las nueve y media de la mañana cuando la ciudad ya esta comenzando a despertar, no, para mi fue más que eso. Siempre me ha gustado la fotografía, desde que tengo 14 años disfruto de tener una cámara al frente mío, de jugar con la ropa, con el cabello, con las poses, de dejarme llevar y que el resultado siempre sea el mismo: verme lo más hermosa posible, sentirme perfecta por unos minutos, elegir una vestimenta que me haga parecer más delgada, unos zapatos que alarguen mis piernas.

Desde los cinco años hice teatro, y al principio hacía fotografías con el sólo fin de expresar algo más que una cara bonita (por que no lo soy), no sé la verdad en qué momento eso pasó a ser segundo plano y lo único que esperaba cuando me llegaban las fotografías era: por favor, por favor que me vea bonita. ¿Y qué es ser bonita? Creo que a todas y todos se nos viene una palabra a la mente de inmediato: delgada. Ser delgada, estilizada, y tener sólo rollos en la mente y no en el abdomen, eso es ser perfecta.

 

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Ayer fue todo diferente. Era sólo yo, desnuda, como un ser que no encajaba con el paisaje, con los edificios, con la calle. Ayer, no había ropa que cubriera mi cicatriz de escoliosis que me recorre toda mi espalda, ni maquillaje que disimulara ese punto blanco eterno que tengo en la mejilla, no tenía zapatos que cubrieran mis pies que no me gustan, o un peinado que tapara mi frente de no cinco, sino seis dedos, no había ropa interior que cubriera lo que supuestamente debería ser cubierto: mis pechos pequeños, mis muslos grandes, mi cintura más curva de un lado que del otro, mis brazos con más vello de los que quisiera, todo eso quedó expuesto.

Nunca pensé que podría hacerlo, por que soy como casi todas las mujeres chilenas: insegura de si misma, nunca lo suficientemente buena. Y no, pesar X kilos significa que sea feliz y esté satisfecha en mi piel, no significa que todo en mi vida esta en su lugar. Soy insegura, tengo días en que al salir de la ducha lo único que deseo es verme igualita a esas chicas de revistas que pasaron por 6 horas de maquillaje, 2 de peinado, vestidas por un diseñador, que estuvieron sentadas frente al mejor fotógrafo del mundo que después las hace ver como seres completamente fuera de esta galaxia. ¿De verdad espero verme como ellas después de salir de la ducha en la mañana? Sí, a veces sí.

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Posar para Pralad fue toda una prueba, algo que me debía a mi misma, una reconciliación. Yo y nada que cubra lo que soy hoy con 23 años de edad. Este es mi cuerpo, y creo que debería amarlo más, creo que debería cuidarlo más, creo que debería dejar de ser tan cruel, tan vil, tan poco cariñosa con él. Nuestro cuerpo es nuestro hogar hasta el último día de nuestra vida, nuestra piel es el abrigo con el que vestimos desde que lloramos y entramos al mundo. Nuestras pestañas, ya sean largas o cortas, evitan que nuestros ojos se llenen de basuritas, nuestros a veces tan odiados pies nos permiten pisar fuerte, correr hacia la persona que queremos, nuestros brazos nos permiten abrazar a un desconocido, nuestro vientre es tan poderoso que es capaz de albergar una vida si así nosotras lo decidimos, nuestras uñas pueden teñirse del color que quieran al igual que nuestro cabello, nuestro vello corporal es la huella de nuestros antepasados.

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Ayer fue una experiencia completamente diferente, y no encuentro las palabras para describir lo genial que fue. Gracias infinitas al profesionalismo del fotógrafo, a las palabras de aliento, por hacerme sentir bella, tal como vine al mundo.

Daniella

IG: @daniellabaez