Gracias a mí por atreverme
Antes de que preguntase ya le había dicho que sí a Pralad. Viene un salto en la mátrix de mi cerebro cuando luego leo su invitación a tomarnos fotos en la Quebrada - ¡No! Te van a ver, no corresponde, ¡Qué vergüenza!, que miedo, ¿qué pensarán de tí?, que asco, no -.
¡Sí! Insisto yo, decidida desde hace un rato a mirar esos diálogos en mi cabeza que manifiestan patrones aprendidos y cambiarlos o quemarlos, con confianza lúcida sobre quién estoy siendo hoy en día y como me gusta expresarme, descubrimiento que he ido desenterrando en estos últimos 2 años de mis 30.
Mi feminidad debía expresarse de una manera "correcta", mi cuerpo debía ser percibido como "de señorita". Habitarme debía ser en función de la imagen de los ojos de otres que me querían domada, obediente, invisible de actitud, un buen adorno como presencia. Lo cumplí cabalmente durante muchos, muchísimos años, mas de los que quisiera.
Los patrones aprendidos me tenían distanciada de mi cuerpo. Un cuerpo inadecuado, un cuerpo inmóvil, un cuerpo en disputa, un cuerpo que es mío pero en verdad no, un cuerpo insuficiente, un cuerpo dormido. Un medio de transporte que debía acatar normas y expresarse bajo una moralidad que no me hacía sentido.
Con altos y bajos comencé a habitarlo, a mirarlo, a quererlo, a expresarme a través de él como me saliera del útero, de las caderas, de las manos, del corazón, de los pies, de la guata.
Pralad allá me preguntó cómo llegué a esto, la respuesta es: discutiendo - sobre todo conmigo pero también con les otres -. Es un diálogo constante entre lo que nos dice el status quo y mi verdad.
Vivir la sesión de fotos fue sublime. Tal cual, no es exageración. Para mí fue sublime, fue noble y grandioso. Vivir la desnudez con ligereza, en confianza dentro de un espacio público, sin vergüenza, encantada, queriéndome, abrazándome, desafiándome.
Gracias a ti, Pralad, por generar la instancia y capturarme con tanta belleza.
Gracias a mí por atreverme.